Los vinos riojanos son el primer paso para enamorarse de la D.O.Ca Rioja, que además de ser una famosa productora de vinos desde la antigüedad, tiene una belleza que no se encuentra en ningún otro lugar. Sus paisajes, llenos de viñedos españoles hasta donde la vista alcanza a llegar, atraen cada año a más viajeros de todo el mundo, ávidos por conocer todo lo que implica que se elabore sus vinos consentidos.
Mi romance con los vinos riojanos me llevó a descubrir al vino Campillo Reserva de Grupo Faustino, un vino que representa las cualidades de la uva Tempranillo, la estrella de las variedades de las uvas españolas y autóctona de La Rioja, por lo que es considerada la variedad más característica de la región. Su piel gruesa y de color negro azulado, le confiere al vino Campillo su hermoso color limpio y brillante rojo cereza intenso, con ribete granate y destellos de evolución rubí.
En las instalaciones de Bodega Campillo, las condiciones técnicas para la elaboración y crianza del vino, van de la mano con un gusto arquitectónico exquisito. El programa incluye visitas guiadas, catas, salidas al viñedo de 50 hectáreas, y otras actividades para que los visitantes se lleven la experiencia grabada en el corazón. La bodega es parte de la llamada Ruta del Vino de Rioja Alavesa, en Laguardia.
Entre estos vinos está El Niño de Campillo, considerado como el hermano pequeño de la variedad de vinos que nos ofrece Bodegas Campillo. Este vino nació en la Finca Villa Lucía, y es elaborado con la icónica uva tempranillo y con un 10% de graciano, con reposo de 7 meses en barricas.
A pesar de ser el más pequeño de la gran familia Campillo, es un vino que nos sorprende y embelesa. Ante la mirada se presenta limpio, brillante, intenso, con un llamativo color púrpura con tonalidad rubí. El Niño de Campillo es resultado de la atina sinergia entre las fabulosas cualidades de los viñedos y el trabajo de todas las manos involucradas en el proceso de crearlo.
Bodegas Campillo son resultado de años de investigación en el tipo de sustratos y de las uvas, en los cuidados que necesitan, en los procesos de producción y embotellado, y además, son muestra de que la excelencia en el sabor se acompaña de la belleza en las formas arquitectónicas plasmadas en la bodega, y de las mejores condiciones técnicas y funcionales para la elaboración y crianza del vino.
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