Blanket Bay Lodge: lujo silencioso en el corazón salvaje de Nueva Zelanda
- Deby Beard
- Jun 10
- 3 min read

A las afueras de Glenorchy, en la Isla Sur de Nueva Zelanda, Blanket Bay se extiende sobre la orilla del lago Wakatipu, rodeado por los Alpes del Sur. Es un lugar al que se llega por una carretera estrecha, bordeando el agua, con la sensación de ir dejando atrás el ritmo cotidiano. La ubicación es remota sin ser inaccesible, y ofrece una de las vistas más impactantes del país, entre montañas, bosque nativo y cielo limpio.

El lodge forma parte de la colección Relais & Châteaux, una asociación internacional que reúne hoteles y restaurantes independientes con carácter distintivo. Ser parte de esta red implica cumplir con ciertos estándares, pero también abrazar una filosofía: hospitalidad personalizada, identidad local, respeto por el entorno y una cocina con raíces. Blanket Bay encaja de forma natural en ese perfil, sin artificios.
Construido con piedra local, techos de pizarra y maderas robustas, el lodge combina el diseño alpino con elementos contemporáneos. Los espacios son amplios pero acogedores. El lobby tiene chimenea, sofás profundos y ventanales que enmarcan el paisaje como si fuera parte de la arquitectura. La decoración privilegia lo natural: lana, cuero, arte neozelandés, libros, silencio.
Las habitaciones —tanto las suites dentro del lodge principal como las villas privadas— cuentan con vistas al lago o las montañas. Todo está diseñado para favorecer el descanso: colchones de calidad, buena iluminación, aislamiento sonoro, terrazas privadas y baños con materiales nobles. El entorno colabora: aire puro, temperatura fresca, noches sin ruido.
Mi suite, llamada The Villa, es un santuario privado dentro del santuario. Escondida entre árboles nativos y con vistas abiertas al lago Wakatipu, esta residencia independiente ofrece el equilibrio perfecto entre aislamiento absoluto y lujo sin concesiones. Con techos altos de madera, chimeneas encendidas en cada estancia, amplios ventanales que dejan entrar la luz del sur como una caricia, y una terraza donde el silencio se convierte en compañía, The Villa es una experiencia de habitar el paisaje sin perturbarlo. Su jacuzzi privado nos sumerge en un mundo de placer, y cada detalle —desde los tejidos naturales hasta las obras de arte locales— ha sido elegido para que el tiempo, ahí dentro, simplemente se detenga.

Dentro de Blanket Bay, donde el paisaje es una obra maestra natural, el restaurante del hotel se convierte en su más delicada interpretación. Bajo la dirección del chef Dan Reynolds, cada plato es una expresión del territorio, una sinfonía de sabores que celebra la generosidad de Nueva Zelanda. Su menú nos invita a escuchar a la tierra: los productos llegan frescos, vibrantes, cargados de historia y origen. Hay un respeto profundo por cada ingrediente, una reverencia casi sagrada por quienes lo cultivan o lo recolectan. La cocina se presenta como un acto de gratitud, un puente entre lo que crece y lo que emociona.
Glenorchy descansa en el extremo norte del lago Wakatipu, rodeado por montañas que se alzan como murallas naturales y bosques donde la luz cambia a cada hora. El pueblo es pequeño, casi suspendido en el tiempo, con una escuela, unos pocos cafés y una quietud que contrasta con la fuerza del paisaje. Desde aquí parten algunas de las caminatas más emblemáticas de Nueva Zelanda, como la Routeburn y la Rees-Dart, que atraviesan valles glaciares, ríos turquesa y pasos de montaña. La belleza de Glenorchy es serena, íntima, profundamente ligada a la tierra que la rodea.




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