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  • Melanie Beard

Los Sabores de Sal y Canto



El nombre Valle de Los Senderos, evoca un viaje de regreso a lo esencial: un vínculo elemental con la naturaleza y una reconexión con la belleza de la tierra y una oportunidad para realinear el cuerpo, la mente y el espíritu. En este impactante desarrollo, entre sinuosos caminos, jardines y cuerpos de agua, se encuentra una joya culinaria única: Sal y Canto.


Tomando inspiración en lo local – desde productos frescos de productores mexicanos hasta su nombre, cuyo origen proviene del estilo arquitectónico ‘cal y canto’ de la zona – el restaurante es la realización del sueño de lograr un perfecto maridaje entre los sabores de San Miguel de Allende y el ambiente de lujo, wellness y relajación del Valle de Los Senderos; todo con un enfoque en la alta cocina.



La expresión artística del Chef Atzin Santos y Juan Pablo Ballesteros, Sal y Canto es una oda a la creatividad y la magia que resulta al mezclar con gran talento culinario productos locales como legumbres y quesos artesanales, y sabores y texturas innovadoras y atrevidas. El menú consta de identidad propia y está enmarcado en un concepto de entremezclar la modernidad con lo clásico.


En este paraíso, con ojos en la playa del Valle de Los Senderos y la mente en las nubes, me dejé llevar por la exquisitez de algunos de los platillos estrellas de Sal y Canto, como los ostiones de bahía el vizcaino parrillados, con guajillo mantequilla y meyer, los ravioles de calabaza mantequilla con semilla de amapola y el Socarrat de cordero.



Uno de mis manjares favoritos fue las endivias con praline de cacahuate, grana padano, jocoque y anchoa – una joya de sabores sorprendentes y originales. También quedé impresionada con el roll brioche de cuitlacoche con mantequilla de chiles rojos, no presentado como pan al comienzo de la comida; a este delicioso platillo se le otorga su debido tiempo en el menú de degustación.


Mi experiencia culinaria en Sal y Canto terminó con broche de oro: un pastelito caliente de queso St. Pauline con helado de moras. Desde el momento que me adentré en este bello restaurante, con su hermoso diseño que integra la cultura local, hasta el ultimo sorbo de vino, esta vivencia gastronómica jugó con mis sentidos y me hizo participe en un estilo de vida inolvidable.



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