Maestría del detalle: Ishi-ko
- Melanie Beard
- 3 days ago
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Ishi-ko se alza en las Lomas como un susurro entre el concreto, un templo urbano donde la gastronomía se vuelve ceremonia, y el alma se aquieta sin pedir permiso. Cruzar su umbral es entrar en otro ritmo, uno donde los segundos se deslizan como gotas de té caliente sobre porcelana antigua.
La atmósfera envuelve y luce un diseño que respira en pausa, una luz que acaricia sin cegar, una mesa que invita sin urgencias. Y en el corazón de esta calma se encuentra la Chef Zuleyma Zepeda, la alquimista del sabor, la voz silenciosa que guía la sinfonía sin partitura. Sus manos cuentan historias con cada corte, cada pliegue, cada disposición de ingredientes que parecen nacidos para estar juntos, aquí y ahora.

Todo comienza con un gesto. Un nigiri de kampachi con mantequilla. Y en ese gesto, el universo se alinea. La grasa delicada del pescado se funde con la calidez sutil de la mantequilla, y el arroz, tímido pero firme, sostiene la estructura como un verso bien medido. Luego viene la anguila, vestida de dulzor y humo, como si la hubieran bañado en un crepúsculo de mar. Es un bocado que se contempla antes de desaparecer entre suspiros.
Cada platillo en Ishi-ko es una contemplación. Una pequeña obra de arte efímera, como las flores que caen del cerezo. Pero fue el temaki de salmón el que me hizo cerrar los ojos. Alga crujiente que abraza, sin encerrar. Salmón que se deshace como memoria dulce. Aguacate que acaricia como seda. Y esa piel tostada que cruje como si el fuego hubiese decidido dejar un poema escrito en su superficie.

La salsa de anguila y el spicy mayo, en lugar de competir, se toman de la mano. Bailan. Y una se pregunta si alguna vez ha probado algo así antes, o si simplemente lo había estado esperando toda la vida.
Ishi-ko se siente en las yemas de los dedos, en el centro del pecho. Hay algo profundamente japonés, sí, pero también hay algo universal: la belleza de lo simple, la maestría del detalle, la reverencia por la magia de cada instante.

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