W Punta de Mita: donde el océano abraza la selva

En la costa de Nayarit, donde las olas del Pacífico besan la arena dorada y la selva se despliega en un verde profundo, se alza un refugio que parece haber nacido del mismo paisaje: el W Punta de Mita. Aquí, el tiempo se diluye entre el rumor de las olas y el canto de las aves, y la modernidad se encuentra con la naturaleza sin imponerse sobre ella.

Cada estructura del hotel dialoga con su entorno. Los edificios, de líneas contemporáneas y amplios ventanales, se funden con el horizonte. La luz del amanecer se cuela entre los espacios abiertos, y al caer la tarde, el sol tiñe el océano de tonos dorados y carmesí. Desde las terrazas privadas, algunas con piscinas infinitas, se contempla un paisaje que parece inmutable, donde la selva y el mar conviven en un silencio que envuelve y protege.

Las habitaciones, amplias y luminosas, están decoradas con colores que recuerdan la riqueza cultural de México: tonos cálidos, textiles artesanales y detalles que evocan la herencia huichola. Cada rincón invita a detenerse, a mirar, a escuchar. El viento que llega desde el mar acaricia la piel y lleva consigo un aroma salado y húmedo que recuerda que, aquí, la naturaleza dicta el ritmo de la estancia.

La gastronomía es un puente entre tierra y océano. En Rubra, los sabores locales se reinventan con delicadeza; cada plato es un diálogo entre ingredientes frescos y técnicas contemporáneas, un reflejo de la abundancia del entorno. Comer aquí es un acto de contemplación: cada bocado se acompaña del murmullo de las olas y de la luz que atraviesa las copas de los árboles.

El bienestar encuentra su forma en el AWAY® Spa, donde los tratamientos se inspiran en tradiciones locales y utilizan ingredientes naturales para revitalizar cuerpo y mente. Caminar por los jardines, escuchar el murmullo del mar, sentir el contacto de la brisa: cada gesto es parte de un ritual que conecta al huésped con el paisaje.

El W Punta de Mita es un refugio para los sentidos, un lugar donde cada instante se vuelve memorable. Aquí, el océano abraza la selva, y la estancia se transforma en una experiencia de quietud, belleza y armonía, un recordatorio de que la verdadera riqueza está en la contemplación y en la presencia plena.