Luzia: una sinfonía servida en plato
- Melanie Beard
- 2 hours ago
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En pleno corazón de Polanco, entre la urgencia de la ciudad y el murmullo de las copas que danzan, encontré un templo en donde el sabor es un lenguaje que no necesita traducción: Luzia.
La primera vez que crucé su umbral, la atmósfera me abrazó con una calidez que desarmó todas mis urgencias. El aire sabía a promesa, a fuego contenido, a algo bueno por suceder. La luz, esa luz dorada que cae como un suspiro sobre cada superficie, parecía tejida a mano, pensada para hacer brillar los momentos. En Luzia, hasta el tiempo parece querer quedarse.

El chef escribe cartas de amor con ingredientes que cuentan historias. Llegaron los sabores, uno tras otro, como versos que se leen en voz baja, lentamente, para que el corazón los entienda.
El sándwich de cangrejo y caviar fue mi primer flechazo. Un platillo que se pronuncia con humildad, pero que llega al alma como un poema épico. El pan, crocante y perfecto, era el marco para una obra maestra de texturas. El cangrejo, fresco como la primera ola del día, y el caviar, ese susurro salado, eran una pareja celestial. Comí despacio, queriendo memorizar la caricia exacta que cada bocado dejaba en mi lengua.
Luego vino el ceviche, y con él, una oleada de colores y emociones. Cada ingrediente parecía haber sido elegido por su personalidad, no por su función. El pescado, blanco y firme como una verdad recién dicha; el chile, ese valiente narrador que nunca se excede; la acidez, el frescor, el ritmo. Era una sinfonía, una costa entera en una cucharada.

En Luzia, los silencios también saben. Entre platillo y platillo, los ojos brillan, las palabras se aflojan, las memorias se despiertan. Un escenario donde los sentidos son protagonistas y los tragos coquetean. Todo en este lugar está coreografiado con la delicadeza de una carta escrita a mano y con la intención de quien cocina para alguien amado.
El servicio, discreto y atento, se mueve con una precisión que se intuye. Y mientras el mundo allá afuera sigue girando con su vértigo habitual, Luzia ofrece un paréntesis. Una pausa. Una respiración honda. Se cuela en los recuerdos como un perfume, como una canción suave, como una historia que querrás contar una y otra vez.




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