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Deby Beard

Objeto de Deseo: Almaviva


Para degustar un vino se debe hacer con todos los sentidos despiertos y con la mente libre de expectativas, pero con la conciencia de que para entenderlo y valorarlo hay todo un proceso que involucra, además de las sensaciones que nos provoca, toda la historia de su producción.

Desde que escuchamos su nombre, los vinos Almaviva nos dibujan una sonrisa en el rostro, y nos hacen pensar en ellos como si fueran un soplo de vida. También nos remite al héroe de Las bodas de Fígaro, el Conde Almaviva, quien quedara inmortalizado por la genialidad de Mozart en su famosa ópera bufa. Como un homenaje a la historia de los ancestros chilenos, el diseño de su etiqueta simboliza la visión de la tierra y el cosmos de la civilización Mapuche, y aparece el kultrun, un tambor ritual. Almaviva cumple con la primera cualidad de un buen vino, que es convertirse en un objeto del deseo e impactarnos mucho antes de probarlo. Al descorchar la botella inicia la siguiente fase del placer que proporciona: lentamente se sirve en la copa Riedel para apreciar a través de su cristal transparente, el sensual color rojo aciruelado con un ligero tinte de terracota en los bordes. En definitiva, si la pasión tuviera un color sería el de Almaviva.

En este momento, los sentidos están alertas y deseosos por continuar siendo estimulados por la viveza de este vivo, pero no debemos apresurarnos, beberlo es como una coreografía en la que cada paso lleva un compás y un tiempo para no arruinar el momento. Después de hacer girar el vino dentro de la copa y de verlo deslizarse sobre el cristal, los aromas que parecían estar dormidos afloran: un bouquet de aromas florales con notas de tabaco humeante y mantillo, con pétalos de rosa secos y ciruela madura evolucionan hacia trufa negra y cuero, el conjunto se envuelve en aromas de higo confitado y hojas de laurel que nos conquistan. Por fin, el anhelado momento de llenarnos con Almaviva ha llegado. En un delicado beso, el vino se desliza por la boca en un ataque sedoso y equilibrado, fresco, con taninos suaves, y una sinfonía de flores secas, corteza de pino y sotobosque se roba los suspiros. Es un vino muy armonioso con persistencia larga y final suave, simplemente maravilloso.

Esta atinada mezcla de uvas y sensaciones se la debemos a La Baronesa Philippine de Rothschild, Presidente del Directorio Asesor de Baron Philippe de Rothschild S.A., y Don Eduardo Guilisasti Tagle, Presidente de Viña Concha y Toro S.A., quienes en 1997 cerraron un acuerdo en sociedad con la visión de crear un vino Premium Franco-Chileno excepcional. Las 65 hectáreas de los viñedos de Almaviva se ubican en la parte más alta del Valle del Maipo, en la zona central de Chile, Puente Alto es reconocido por tener las condiciones ideales para producir los mejores Cabernet Sauvignon de Chile. De Almaviva podemos decir que es un vino, el nombre de un personaje de ópera, el simbolismo de la cultura Mapuche, la obra maestra de Rothschild y Concha y Toro, pero en resumen, es una de las razones que motivan al alma para terminar el día con una sonrisa.

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